Cuando vamos al supermercado, encontramos todo lo que buscamos, sin importar la temporada: melón, fresas y mango en pleno noviembre. ¿Cómo es posible? Nuestro sistema agroalimentario se enfoca en la sobreproducción de alimentos “todo en cualquier época del año”, y esto tiene un alto coste ambiental: sobre pastoreo, agricultura intensiva, deforestación y otras actividades que degradan el suelo. En este contexto, surge un modelo cada vez más relevante: el modelo regenerativo. La agricultura regenerativa quiere poner en manifiesto que la preservación del suelo está implícitamente ligada a la sostenibilidad de nuestro sistema alimentario. Este enfoque busca regenerar, estimular y preservar la biodiversidad y fertilidad de la tierra, fomentando un suelo rico en vida y materia orgánica, capaz de producir alimentos utilizando sus propios recursos.
Un paso más allá respeto al modelo ecológico
El término agricultura regenerativa apareció en la década de 1980, cuando una organización sin ánimo de lucro la definió como una alternativa real a la agricultura convencional. La agricultura ecológica u orgánica propone prácticas que se centran en mantener las condiciones del ecosistema del suelo, no dañándolo, sino conservando la biodiversidad y reduciendo la contaminación. Sin embargo, la agricultura regenerativa va un paso más allá; no solo mantiene, sino que también potencia la recuperación de suelos degradados. Este modelo aumenta exponencialmente el contenido de la materia orgánica, la capacidad de retener y aprovechar el agua, y toda la diversidad de plantas e insectos que forman parte de la cadena trófica.
Una adaptación al cambio climático
La agricultura regenerativa es cada vez más relevante como solución a la crisis climática actual. Por una parte, al aumentar el contenido de materia orgánica, incrementa la capacidad del suelo a almacenar más agua. Esto suaviza el efecto de las inundaciones y la erosión por fuertes lluvias, y contribuye a que los conreos puedan ser productivos bajo condiciones climáticas áridas y severas, como por ejemplo las sequías, que cada vez serán más frecuentes. Un suelo fértil también absorbe mucho más CO₂ atmosférico y es capaz de almacenarlo en forma de carbono al sol, disminuyendo la concentración en la atmosfera.
¿Y qué tiene que ver Nora Real Food en todo esto?
Estamos comprometidos con el medio ambiente y a ofrecer la más alta calidad en nuestro producto, es por eso que contamos con proveedores involucrados en la misma causa. Nuestra carne es de Can Mabres, una masía en la comarca del Anoia, donde han creado una explotación agropecuaria destinada a la cría de terneros. Allí hacen todo el círculo de producción, desde la agricultura hasta la ganadería. Trabajan los campos para hacer pastos durante la primavera y parte de verano, y siembran en otoño para hacer el herraje (avena y raigras), que es la comida de las vacas y terneros durante los meses de invierno. La ganadería sigue un sistema de crianza natural. Las vacas madres siempre están en régimen extensivo, es decir pastando por los campos y bosques. Los terneros son nacidos y crecidos al aire libre, alimentados de la leche de la madre y de los pastos durante los primeros seis meses. También tienen un plan técnico de gestión forestal para realizar aclareos de árboles y podas hasta 3 metros de altura. Esto hace que el sol entre dentro del bosque y crezca la hierba que sirve para apacentar las vacas. Con este sistema de pastos consiguen tener el sotobosque limpio y comida por las vacas, contribuyendo al mantenimiento del paisaje de la zona, ayudando a prevenir incendios forestales.
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